31.8.05

Axioma

Godard es el cine qua non.

30.8.05

Como

En toda comparación, el «como», además de establecer la relación comparativa propiamente dicha (los dientes son como perlas), implica la negación del término imaginario (si los dientes son «como» perlas, «no» son perlas). De ahí que cuando se refuerza el término de la comparación con un epíteto, dicho epíteto no hace otra cosa que acentuar la negación del «como». Digo esto porque estoy cansado de oír (es La Vuelta, señores, triste nacionalización de Il Giro o de Le Tour) cómo, según los locutores deportivos, los ciclistas van «como auténticas locomotoras» o «como verdaderas motos». Si van «como» locomotoras o «como» motos es que no «son» locomotoras ni «son» motos. Que, «a mayor abundamiento», motos y locomotoras que no son reales sean «auténticas» o «verdaderas» pone de manifiesto explícita, tajante y ostensiblemente que son todavía menos locomotoras y menos motos. De donde se deduce, pues, que hay que ir cargando de retórica las palabras, hinchando los dichos, para conseguir un énfasis creciente que, por otra parte, a medida que se expande se desvirtúa, porque las imágenes son fugaces (como las estrellas) y se marchitan pronto (como las rosas). De ahí que, confundiendo el valor instrumental de la retórica con los fines de la poesía, se diga de manera despectiva ante los dichos redichos: «Bah, literatura» o, en coro jocoso-sentimental: «¡Qué bonito! ¡Qué bonito!».

26.8.05

Tautología

«La COPE es el copón», dice.

25.8.05

Grados del adjetivo

Si existe el encefalograma plano, ¿por qué no ha de existir la conciencia zaplana?

24.8.05

Predestinación

ISBN: 84-9716-349-4
Autor: Jazmín, Florencio
Título: El lenguaje de las flores
Edición: José J. de Olañeta, Editor, 04/2005

Épica

Siempre me he preguntado si llamar EPO a cierta forma de dopaje no era un empeño filológico-freudiano (epopeya & eritropyetina < [verbo] «poieo») de perpetuar el carácter épico del ciclismo.

22.8.05

Balalaica

Una obsesión melódica me domina en este mes de agosto. Empecé oyendo de pronto una noche una musiquilla que no era de afilador, sino «como de móvil», pensé, o de ordenador, una música mecánica, esquemática, simple, nota a nota, molestísima. Me resultaba conocida, pero no lograba identificarla. Al cabo de un rato volvió a sonar. Y al cabo de un rato sonó de nuevo. Y al cabo de un rato... Etcétera. Maldije. Volvió a sonar a la noche siguiente: una, dos, tres, cuatro, qué sé yo cuántas veces. A la tercera o cuarta noche decidí investigar (mentalmente, se entiende, sin salir de la cama, a solas en la noche con el politono o lo que fuere). Ahora era yo el que esperaba la musiquilla, que, por otra parte, nunca falla. He identificado finalmente la melodía: tatatá tata tata tatá. Creo que es una antigua canción del verano y suena cada siete minutos. Conclusión: algún vecino se ha ido de vacaciones y se ha dejado encendido el despertador. Y no hago otra cosa que oírla de noche y silbarla o tararearla de día. De la letra sólo he conseguido recordar tres palabras: «toca la balalaica». Caso resuelto. Todo el mes de agosto llevo, pues, tocando la balalaica. Compadeceos.

20.8.05

Cougar

Oigo y oigo hablar una y otra vez (a eso llaman generar debate) de muerte técnica y de muerte bélica y ese tanto y tanto hablar no sólo enmascara un preferir (y ya ahí preferir es innoble y lamentable, porque antepone la propia conciencia o la propia ideología o la ubicación parlamentaria al acontecimiento escueto de la muerte) sino que contradice todas las razones políticas y reduce la argumentación a una triste estrategia nacional de medios y de fines.

19.8.05

Atque Fausto

Y otro no tan reciente: «No puedo dejar de referirme, al pasar, y como tantas veces, a la íntima y casi misteriosa relación que existe entre la filología clásica y el sentido vivo y afectivo de la belleza y de la dignidad del hombre como ente de razón...» (Thomas Mann, «Doktor Faustus», cap II). Al otro lado de las declinaciones escolares y de los verbos polirrizos, la filología clásica, según Mann, pone de manifiesto, metonimia al fin, «la coordinación íntima entre la pasión del lenguaje y las pasiones humanas».

Atque poetis

Por terciar en el diálogo de mis enlaces, anoto un subrayado reciente: «Observándolo en ese contexto, me di cuenta de que los poetas son una cosa, y la poesía es otra. No son sólo distintos, sino contrarios» (César Aira, «Yo era una niña de siete años», pág 92). Considerando los procedimientos de tanta libertad digital duradera, se podría decidir por recuento de foros y de furias: ¿son distintos?, ¿son contrarios?, ¿son buenos?, ¿son perversos?, ¿son culpables?, ¿son? Yo voto las maldades.

17.8.05

Síntesis

«Cerril», dijo el montaraz.

Aspersión

Siempre, pero sobre todo en tiempo de sequía, se agradece el rocío, la fina lluvia, riego de todo fruto. Especialmente benigno, en julio y en agosto, es el riego por aspersión. Merçi, MAL.

Aira

«Me acabo de enterar aquí en Rosario, donde he venido por unos días sin dejar de escribir estos recuerdos (porque yo escribo siempre, esté donde esté y pase lo que pase)», escribe César Aira en la página 46 de «El tilo». He marcado con lápiz el paréntesis. Debajo dejo constancia bibliográfica, aunque parcial, de su veracidad. (Los signos previos [· / - / —] son marcas particulares.)

· «Moreira», 1975
— «Ema, la cautiva», 1981 {Mondadori}
· «La luz argentina», 1983
· «Las ovejas», 1984
— «Canto Castrato», 1984 {Mondadori}
— «Una novela china», 1987 {Debolsillo}
· «Los fantasmas», 1990
— «El bautismo», 1991 {Debolsillo}
- «La liebre», Emecé, 1991
· «Embalse», Emecé, 1992
· «La guerra de los gimnasios», Emecé, 1992
- «La prueba», Grupo Editor Latinoamericano, 1992 {Mondadori}
- «El llanto», Beatriz Viterbo, 1992 {Mondadori}
· «Madre e hijo», Bajo La Luna Nueva, 1993
— «Cómo me hice monja», 1993 {Mondadori}
· «El infinito», 1994
· «La costurera y el viento», Beatriz Viterbo, 1994
· «Los misterios de Rosario», Emecé, 1994
— «La fuente», Beatriz Viterbo, 1995
— «Los dos payasos», Beatriz Viterbo, 1995
· «Abeja», Emecé, 1996
· «La trompeta de mimbre», Beatriz Viterbo, 1998
· «La serpiente», Beatriz Viterbo, 1998
· «El sueño», Emecé, 1998
· «Alejandra Pizarnik», Beatriz Viterbo, 1998
— «Las curas milagrosas del Dr Aira», Simurg, 1998
— «La mendiga», Mondadori, 1998
— «El congreso de literatura », Tusquets, 1999
— «Un episodio en la vida del pintor viajero», Beatriz Viterbo, 2000
— «Cumpleaños», Mondadori, 2001
— «Fragmentos de un diario en los Alpes», Beatriz Viterbo, 2002
— «El mago», Mondadori, 2002
— «Varamo», Anagrama, 2002
— «El tilo», Beatriz Viterbo, 2003
- «Diario de la hepatitis», Beatriz Viterbo, 2003
— «Las noches de Flores», Mondadori, 2004
— «Yo era una chida moderna», Interzona, 2004
— «Yo era una niña de siete años», Interzona, 2005

16.8.05

Bienviniendo

La gente va bienviniendo (ganas de neologizar): que bien bienvenida sea.

13.8.05

Barbara

a) «España es uno de los paíes de la UE que gastan [sic] menos en los mayores», dice un titular de «El país» de hoy.

b) «En aquel tiempo, la vejez era una dignidad; hoy es una carga», escribe Chateaubriand, en enero de 1812, en sus «Memorias de ultratumba» («aquel tiempo» es preciso: treinta y cinco años atrás, último tercio del siglo XVIII).

c) Ergo

Rodríguez

Ay, esos chistógrafos de prensa española que escriben con obstinada abcecación sobre (es decir, contra) Rodríguez, a secas, mutilando, solamente Rodríguez: la vileza de emplear apellidos corrientes como injurias.

12.8.05

Guardián (más)

Ni que decir tiene que, en Esquilo, las palabras del guardián son el principio del acontecimiento, prólogo, afirmación de lo que se va a representar en el escenario. Por el contrario, en Kafka, en Cavafis e incluso en Buzzati, son el final de lo que no ha sucedido, conciencia de la negación, epílogo del no. (Apunte para una teoría de la narración: del acontecimiento a la nada.)

Guardián

Guardián.- A los dioses solicito el fin de esta tarea, la vigilancia de un largo año en que tumbado, a manera de perro, en lo alto del palacio de los Atridas, he llegado a conocer la asamblea de los astros nocturnos y los que traen a los hombres el invierno y el verano, poderosos luminares que brillan en el éter, con sus ocasos y salidas. Y ahora espero la señal de la antorcha, el resplandor del fuego que nos traiga desde Troya la noticia de su conquista: así lo manda un corazón esperanzado de mujer de varonil propósito. Pero, cuando tengo el lecho húmedo de rocío que me inquieta durante la noche, sin visita de sueños -pues el miedo, en vez de sueño, me acompaña y no me deja cerrar sólidamente los párpados de sueño- cuando, digo, quiero cantar o silbar y conseguir así con el canto un remedio contra el sueño, entonces lloro lamentando la desgracia de esta casa, no dirigida sabiamente como en el pasado. ¡Ojalá venga ahora una feliz liberación de estos trabajos, apareciendo en la noche el alegre mensaje de fuego!

(Glosa) Pausadamente leo «Agamenón», de Esquilo, que se abre con las palabras del guardián, pero en ese punto me detengo y, empujado tal vez por la fuerza de la palabra «guardián», busco derivaciones. Se me antoja que la variación más notoria es «Ante la ley», de Kafka, y me entretengo en su lectura y relectura, en una especie de confrontación bilingüe o paralela, pero pronto, porque agosto no es propicio a estas pasiones minuciosas, salto a otros textos, a «Esperando a los bárbaros», de Cavafis, a «El desierto de los tártaros», de Buzzati, y así, hojeando, picoteando, dejo que la tarde se vaya venciendo sobre la sierra de Santa Bárbara.

10.8.05

Perífrasis

Me temo —ait— que parece que empiezo a sospechar como que va a haber que ir poniéndose a pensar en tener que volver a hacer conque escribir algo.