30.9.10

Malabarista

En la calle del Sol a veces y más frecuentemente en la calle de Claveros (por donde cruza la ruta de El Quijote), arrimado a El Tizón, como escondido, veía a menudo a un obstinado malabarista, quedito y pretiparvo, ejercitándose en volatines con tres platos de plástico. Detenerse a contemplar su arte, el giro interminable de los platos volando, dos en el aire y uno en la mano, resultaba contraproducente, porque, apenas advertía la menor expectación (y aún temo más), los platos se le caían al suelo. Una tarde, hace tiempo, lo vi en Madrid, en la calle Preciados, equidistante de El Corte Inglés y la FNAC, entre el tumulto, de platos caídos. Hablamos. Se había ido (o venido*) a Madrid, me dijo, porque era más rentable, pero ya echaba de menos la calle de Claveros, donde, como pasaba poca gente, podía, dijo, «experimentar». He aquí un artista puro, pensé: el arte por el arte. Me acuerdo de él siempre que hago la ruta de El Quijote.

* Pocas palabras tan sujetas al ir y venir del hablante como estos verbos «ir» y «venir», de tan complejo como abundante uso (vaya lo uno por lo otro y viceversa), tan adheridas al «donde», al «dónde» y al «cuándo». ¡Qué vamos a contar que no se sepa!

15.9.10

Bachillerato SIN

Comoquiera que un signo señero de este tiempo nuestro es SIN, eliminación completa o porcentual de la esencia de las cosas, y, por ende, la cerveza, el tabaco o el café —y sus derivados (por hablar sólo de productos de consumo, que son los que han monopolizado la marca ecológico-preposicional)— ya o no o apenas contienen alcohol, nicotina o cafeína, no ha de extrañar que, en sintonía con este afán preventorio-diminutivo, hayamos llegado también a una ESO SIN, a un BACHILLERATO SIN y qué sé yo a cuántas sinerías presentes (me abstengo de enumerar vulgares desinencias) o por venir. Ya veo el eslogan, tan sugerente, tan académico: ¡NUEVE DE CADA DIEZ PEDAGOGOS LO RECOMIENDAN! ¡BACHILLERATO SIN!

8.9.10

Lux antiquior amore

No me atrevo a leer (todavía: por su extensión y desmesura) ‘Contraluz’, de Thomas Pynchon, aunque a punto estuve ayer de sucumbir ante el reclamo de Thelonious Monk con que se abre: «Siempre es de noche; si no, no necesitaríamos la luz». Sí leo, en cambio, hoy, en este día de autonomías y concelebraciones en sedes marianas (no barbudas), ‘La luz es más antigua que el amor’, de Ricardo Menéndez Salmón, para comprobar, con satisfacción y gratitud, que, si es cierta (que lo es) la premisa del autor: lux antiquior amore, no menos cierta es asimismo la conclusión del lector: verbum antiquius luce.

2.9.10

Oncerías

Un joven avanza calle abajo leyendo absorto. Y un vendedor de la ONCE le aconseja: «Mira p’alante, muchacho, que vas a acabar como yo».

1.9.10

Septiembre

«Se acabó lo bueno», dicen, como si lo hubiera, y «se acabó lo que se daba», como si se nos diera (o regalara) algo en efecto, de modo que, por una parte, rebajan lo bueno a gratuito, pero insinúan también, al mismo tiempo, que en realidad lo que acabó «no tiene precio». A saber. Ni lo primero es una infamia ni lo segundo un axioma.