29.7.11

Cistitis

20N.
Se acabó lo que se daba.

Nota bene.
O Rajoy o Rubalcaba.

27.7.11

Ivlivs

Se diría que, contra toda providencia divina y estadística y a pesar de las deudas y el déficit y demás inclemencias presupuestarias, las nuevas corporaciones municipales hubieran decidido encender el aire acondicionado de la urbe cada noche para ahuyentar el verano y los rigores del calor, que tanto juego dan, como señala Yoko Ogawa en 'La fórmula preferida del profesor': «El verano pasa / mientras decimos / qué calor, qué calor».

21.7.11

Unending blues

Nueva York, 1955. «En clase de literatura, la anciana profesora intentaba leer en alto algún relato de Edgar Allan Poe. A pesar de sus objeciones, los alumnos aportaban los efectos sonoros. Se podía escuchar el siniestro chirrido de una puerta o la tapa de un ataúd, el tictac de los relojes a medianoche y el viento que silbaba en una torre en ruinas. La profesora nos suplicaba que paráramos» (Charles Simic, ‘Una mosca en la sopa’, Vaso roto, Madrid, 2010, pág. 105). Pues ESO.

10.7.11

Palacio

El poder devastador del tiempo, la fugacidad de la existencia, la mudanza engañosa de la fortuna revistieron formas de obsesión sincera en la edad media y de lujo intelectual en el renacimiento. Es bastante probable, en consecuencia, que, cuando, en 1550, don Fadrique de Zúñiga, primer marqués de Mirabel, decidió labrar sobre uno de los balcones del palacio un lema ejemplar: «Todo pasa», no procurara mayor fin que doblegarse al coqueteo espiritual y efímero del siglo con la ambición expresa de una memoria perdurable. Por ello cedió a la paradoja de unir su nombre a la declaración de caducidad. Por ello emprendió, sin duda, la remodelación de un edificio al que, con el concurso de un sucesor educado en la tradición humanística, proporcionó elegancia arquitectónica y adornó con la coherencia de la nobleza. Las bóvedas, el patio, las galerías, la fuente, las columnas y la heráldica dan testimonio cierto de los hechos. Sin embargo, pese a todo, sobre la línea artística de la época, complacido en las divergencias, el recuerdo lejano del visitante ocasional recrea la amenidad del pensil donde limoneros y naranjos exaltan la pulcritud de la mañana e invitan a la placidez del atardecer, evoca las inscripciones latinas, los bustos imperiales, el relieve de un niño que sostiene un racimo de uvas, «esa mujer que muestra su canasto / cargado de frutos en sazón: cidras, membrillos», o reconstruye, en fin, la melodía de endecasílabos dudosos que proclaman, desde el bronce, la íntima lealtad del amigo del emperador: «Carolo V et é assa questo / perche si sá per tutto il mondo il resto».

6.7.11

Lastre

Ante nosotros se despereza, lánguida, una desierta escalinata, de peldaños majestuosos y desigual quebranto, sobre la que vierte el sol, que muere, rescoldos amarillos de luz en fuga. El tiempo ha fustigado con polvorienta lluvia y con ardores secos sobre el muro de piedra, de terroso color, hasta alcanzar, junto a enigmas en grieta, los matices ocres del estío. A la derecha, unas fauces oscuras, de ronco eco y ausente, respiran humedad, áspero aliento, sobre el aljibe de un misterio recóndito. Y, a la izquierda, unos árboles sucios de aburrimiento y muerte dormitan las lentitudes del milenio. Da la impresión de que, en cualquier momento, va a aparecer arriba Antígona y a mirarnos sin vernos, antes de descender solemne hacia nosotros para enunciar desde el centro del mundo los versos circulares de la tragedia humana: «Tú que eres de mi sangre, hermana mía, / ¿sabes de alguna maldición de Edipo / que no nos cumpla Zeus en nuestras vidas?». La tarde se detiene y, en la espera, el silencio del aire modula serenamente un coloquio de endecasílabos y yambos, la memoria incesante de la palabra antigua.

3.7.11

Idioto

Esa niña que acaba de llamar «idioto» a su compañero de juegos sólo habla, sólo se deja hablar: ni alimenta propósitos perversos, ni pretende adherirse a la vana y hueca y redundante parcela ultragenérica del mundo de lasos adultasos.