Vinillo
Aunque en la ronda tabernaria de mediodía los vinos se han vuelto cañas con los tiempos, todavía se oye de vez en cuando la expresión «ir de vinos» o, para atenuar los grados, «tomar unos vinillos», que también con sufijos se rebajan los índices de alcoholemia. Yo mismo, cuando salimos, como hace tiempo que las cañas se me tornaron lanzas (azares de la profesión, reo de laringología), suelo tomar algún que otro «vinillo», tinto en general, blanco en la canícula. Un rueda, pido donde me conocen. Mídenlo, dánmelo, bebo, págolo y voyme contento. Tal vez por eso he estado leyendo tontamente esta mañana en la prensa regional un artículo titulado «El vinilo, una pieza de arte», tan tonta tontamente, de hecho, que sólo al toparme con nombres como Stravinsky, Bela Bartok o Adorno, he caído en la cuenta de que, aunque redondo, el asunto no iba sobre ruedas.
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