5.5.05

© Grimm

«Una huerfanita hilaba, sentada sobre el muro de la ciudad, cuando vio salir a un sapo de una hendidura. Rápidamente, extendió junto a ella su pañuelo de seda azul, que los sapos aman con pasión y sólo a ellos se dirigen. En cuanto el sapo lo vio, dio media vuelta, volvió con una pequeña corona de oro, la colocó sobre el pañuelo y se fue de nuevo. La niña tomó la corona; centelleaba y la formaban los más delicados hilos de oro. Al poco rato, el sapo volvió y, al no ver la corona, se deslizó por el muro y golpeó contra él la cabecita, lleno de dolor, hasta que sus fuerzas se agotaron y cayó muerto. Si la niña no hubiese tocado la corona, el sapo habría sacado más tesoros de la hendidura.»

(Glosa) Kafka avant la lettre: «el sapo [...] se deslizó por el muro y golpeó contra él la cabecita, lleno de dolor, hasta que sus fuerzas se agotaron y cayó muerto».