20.11.06

Estilema

Someto al tercer grado a un experto lector para ver si le suena el siguiente párrafo: «Al principio estos ruidos importunaban al escritor, como importuna una sensación de conjunto, la bárbara irrupción de una murga, el vocerío de una feria; pero así que fijó su atención en el hecho de que la calle era bulliciosa, infernalmente estrepitosa, notó con angustia que cada ruido se destacaba de los demás y se precisaba y definía, obstruyéndole el cerebro y no permitiéndole tornear un solo verso. Los tranvías le pasaban por las sienes; los coches rodaban sobre su tímpano…». Ahí me detengo, como si fuera innecesario dar más pistas. Y, en efecto, el reo, cual aprendiz de enólogo que paladea la calidad de las palabras y su grado de maduración, responde sin apenas vacilar: «Juan José Millás». No es mala respuesta, ciertamente, aunque se trate de un cuento de Emilia Pardo Bazán (título: «El ruido»). De donde se vuelve a deducir que las «patentes de estilo» pueden ser, y a menudo son, retroactivas y que antes hay crianza que reserva.