28.10.06

A río revuelto

«Eso [una menudencia electoral elevada al cubo] está más claro que el agua», asegura en un telediario un eminente campanyudo. Pero ¿quién puede certificar, en estos tiempos de lluvia y lodo, la claridad, la transparencia del agua? Sólo, tal vez, se pensará, esos extravagantes seres cuya inutilidad social se compensa con una catalogación superestructural: léase, poetas. Sin embargo, ya Góngora avisó: «Turbias van las aguas, madre», y, si acaso fueran claras, qué mejor tarea política que, como aquellos pescadores que envenenaban todo el cauce del río, del arroyo o la garganta para que salieran a flote, muertos, los menudos pececillos, qué mejor tarea, digo, que removerlas, envenenarlas y enturbiarlas.