21.10.07

TPD

Leo en el periódico recién acentuado (gentes de doble filo dicen prensa socialdemócrata) que, tras la malintencionada insistencia de la aguerrida presidenta madrileña copando la conversación en una comida protocolaria, el rey «dijo tres palabras duras». Lo oigo luego en la radio: «tres palabras duras». Como no dudo de que fueran, en efecto, «tres palabras duras» (estaba presente el presidente de la real academia, se había celebrado una reunión del patronato del instituto cervantes, se agasagaba a honorables embajadores latinoamericanos: mucha castellanía, pues) y como ando aquí enredando en el teclado, me planteo el enigma, un enigma real y regio. ¿Qué tres palabras? Y no se me ocurre solución. «Caca, culo, pero, pis» no pudo ser: son cuatro. Tampoco creo que fuera un trío yuxtapuesto: «Gañán, faquín, belitre», por ejemplo, como le dijo don Quijote a Sancho cuando menospreció a la sin par Dulcinea, ni una reiteración copulativa: «Joder, joder, joder», pongo por caso, como exclamaba un veterano cómico de la escena y la tv, ni una enumeración grosera sacada del diccionario secreto del viajero alcarreño, ni una blasfemia trisulca (las blasfemias, de hecho, dada su sustancia escatológica, requieren un pronombre, un verbo y una preposición antes de llegar a destino, esto es, no son tres palabras, o, en todo caso, sufren una reducción coloquial de base dos: «Mecagüen to»). ¿Las tres palabras eran duras o lo era sólo una?, me pregunto: ¿«A la mierda», como dijo el grandioso y polifacético hombre de cine y letras?, ¿«Hijos de puta», como se dice tan frecuentemente?, ¿«De puta madre», con ironía borbónica a tenor del comentario patrio de la bizarra y aristocrática presidenta? No voy a poder hacer nada de provecho en toda la tarde dándole vueltas al asunto: ¿qué tres palabras duras, majestad, dijo su majestad?