Jaculatoria
Una señora camina por la acera en dirección contraria a la mía. Vengo de comprar el periódico. Es una hora prudente. Vagamente supongo que ella viene de misa. Me atengo a tres indicios: la edad (preconciliar), el itinerario (parece haber salido del Cristo de las Batallas) y el atuendo (católico-dominical-aristocrático). Casi coincidimos en el paso de peatones, pero me lleva unos metros de ventaja y yo avanzo despacio, calibrando la intensidad del frío. Veo, pues, cómo se acerca a la papelera y alarga con elegancia la mano derecha, pero el papel -quizás una octavilla, arrugada y estrujada- cae al suelo. En un primer impulso de contrariedad parece que lo va recoger, pero enseguida desestima la idea o el esfuerzo y sigue andando. «A tomar por el culo», dice. Y ahora me arrepiento de no haber recogido yo mismo el papelito: los turbios maleficios de la curiosidad retroactiva.
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