16.12.08

Quirófano

Le debo la vida a mi amigo Luque, que me llevó a urgencias. Cuando acercaron la camilla, quiso probarla primero. A ver si es cómoda, dijo. Luego sonó una voz por los altavoces y un celador lo condujo pasillo adelante mientras yo me retorcía de dolor y de risa contra la pared esperando que se deshiciera el equívoco y volvieran por mí. Pero no se deshizo. Y la cirugía no es perfecta.