30.8.05

Como

En toda comparación, el «como», además de establecer la relación comparativa propiamente dicha (los dientes son como perlas), implica la negación del término imaginario (si los dientes son «como» perlas, «no» son perlas). De ahí que cuando se refuerza el término de la comparación con un epíteto, dicho epíteto no hace otra cosa que acentuar la negación del «como». Digo esto porque estoy cansado de oír (es La Vuelta, señores, triste nacionalización de Il Giro o de Le Tour) cómo, según los locutores deportivos, los ciclistas van «como auténticas locomotoras» o «como verdaderas motos». Si van «como» locomotoras o «como» motos es que no «son» locomotoras ni «son» motos. Que, «a mayor abundamiento», motos y locomotoras que no son reales sean «auténticas» o «verdaderas» pone de manifiesto explícita, tajante y ostensiblemente que son todavía menos locomotoras y menos motos. De donde se deduce, pues, que hay que ir cargando de retórica las palabras, hinchando los dichos, para conseguir un énfasis creciente que, por otra parte, a medida que se expande se desvirtúa, porque las imágenes son fugaces (como las estrellas) y se marchitan pronto (como las rosas). De ahí que, confundiendo el valor instrumental de la retórica con los fines de la poesía, se diga de manera despectiva ante los dichos redichos: «Bah, literatura» o, en coro jocoso-sentimental: «¡Qué bonito! ¡Qué bonito!».