13.12.05

Que sais-je?

«El demonio del conocimiento ya se había vuelto amo de todas las fuerzas de aquel espíritu», se lee en las primeras páginas de «En el castillo de Argol», de Julien Gracq (Debolsillo, p. 22), como rasgo descriptivo del personaje llamado Albert. He ahí, me digo, en medio del tumulto laico-espiscopal de estos tiempos sin ley ni LOE, un demonio que ha sucumbido definitivamente a la inercia de la religión y sus miopías terrenales. Ningún espíritu se deja ya seducir por tan maléfico bestión mascariento. Doy fe.