Argumentum blogicum
Como bien se sabe, la relación entre sujeto y objeto, llevadera en las aventuras gramaticales, es conflictiva y paradójica en el ejercicio y la expresión del pensamiento. Basta ver de tarde en tarde los comentarios que aportan los internautas a la prensa digital o a los blogs más concurridos, basta ver incluso la misma prensa digital y los mismos concurridos blogs para advertir cómo, en general, prevalece el sujeto sobre el objeto, cómo la ideología, las creencias y las convicciones o convenciones del yo se sobreponen a toda razón sensata y procedente. Hay además tal sobreabundancia de yoísmo que se genera una comicidad extraordinaria, incongruente, tal vez psicoanalítica: por una parte, el sujeto comentador que escribe es anónimo o seudónimo, firma Asdfg o firma Qwert o Quetedén o Nomejodas, las más pintorescas y peregrinas combinaciones, lo que nos lleva a un yo que no es un yo, un yo virtual que sólo es yo en el empleo del pronombre; por otra parte, se esgrime con fiera contundencia el llamado argumento «ad hominem», pero por «homines» que no se conocen entre sí, que no pueden lanzarse, por tanto, en su combate subdialéctico, ni comportamientos, ni indignidades, ni hipocresías personales que contradigan las palabras, lo que sin duda, en su perversión, es aún más virtualmente meritorio. De ahí que, leyendo estos últimos días las trifulcas de «Las piedras del río», haya tenido que acordarme necesariamente del «argumentum ornithologicum» que oponía Borges al célebre argumento ontológico de san Anselmo y se me haya ocurrido pensar que la era digital ha aportado un nuevo método de pensamiento al animal racional: podría llamarse «argumentum blogicum». Tengo que definir las líneas básicas de su formalización.
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