9.12.07

¡Fuera escuelas!

Parece que los males escolares se deben, según don Vicente Verdú («La miseria de la escuela», El País, 08-12-2007), a dos secuelas prehistóricas de la modernidad, la terquedad laboral de profesores mayores, provectos y vetustos, por un lado (me incluyo humildemente en las tres categorías), y la obstinación académica de la galaxia Gutenberg, por otro. Como me cuesta creer que se trate de una simplificación colérica o apresurada, o de un improvisado devaneo semiótico, me sumo a la moción. Suprímanse, pues, tales secuelas. Y, si a una jubilación tan provechosa y a un venturoso Fahrenheit 451, añadiéramos el cierre de colegios e institutos («Aquí no queremos escuelas», decía en Palermo una pintada de pizarra que recoge Leonardo Sciascia en ‘Negro sobre negro’), no tendríamos que andar ‘pisándonos’ unos a otros por países o regiones y todos viviríamos infusos y felices.