13.1.09

Lego, legis

Los textos clásicos, en los que hemos aprendido muchos a leer, proporcionan un placer lector inmediato y un placer añadido en la memoria, porque permanecen y porque su mera permanencia permite la evocación placentera con puntos de apoyo en la memoria, pero a medida que nos vamos acercando al presente y que los textos excluyen, cada vez con mayor énfasis, soportes de memoria, como la rima, el argumento o la sutileza de la argumentación, y se sostienen sólo sobre sí mismos (pues la bondad literaria no se basa en la eliminación de soportes de memoria, como tampoco en su mera y profusa utilización), a menudo sólo proporcionan el placer efímero de la lectura, porque la memoria no puede recuperar nada del texto más tarde, apenas si un eco vago del placer lector primero. De ahí que muchos textos modernos, si se sostienen sobre sí mismos, puedan leerse una y otra vez, porque se olvidan enseguida, pero también de ahí que, a veces, dé igual leerlos que no.

[Para una teoría sobre el placer efímero de la lectura o de los textos nuevos.]