Aforismos
Cada vez me resulta más fatigoso leer libros de aforismos y no sólo porque al cabo de unas cuantas páginas cada nuevo ingenio borre de mi memoria el anterior o porque su reverso fácilmente los refute, sino porque avanzo como un náufrago con la obsesión de que un lector editorial minimalista y ocioso, en lugar de ir subrayando las frases ocurrentes y el fogonazo de la idea (los aforismos propiamente dichos), ha preferido ir borrando con líquido corrector lo que consideraba superfluo y dejando, pues, en blanco y en vacío la sutileza del razonamiento.
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