A posta
Considerando el episodio postal (si fue ruido o fue furia es cuestión secundaria) que el propio Faulkner se encargó de propagar —«La familia le consiguió un empleo: administrador de correos. Dimitido por acuerdo mutuo por parte de dos inspectores; acusado de arrojar todo el correo recibido a la basura. Nunca se comprobó cómo dispuso del correo saliente» (pág. 75)—, no deja de sorprender, a la vista de las 648 páginas de estas ‘Cartas escogidas’ (subrayaremos «escogidas») y de la frecuente urgencia de sus necesidades, el crédito que, a pesar de sí mismo y de sus más que probables imitadores, concedía el autor de ‘Mientras agonizo’ al servicio de correos norteamericano. Todo el mundo acaba cayendo del caballo.
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