Verstas
Oyendo la simple, cansina e insulsa perorata de un individuo en la mesa de al lado mientras tomo café se me ocurre de pronto una historia de la que por ahora sólo tengo cita previa: «Centenares de verstas de la desierta, monótona y quemada estepa no pueden causar tanto tedio como un hombre que está sentado, habla y no se sabe cuándo se irá» (Antón Chéjov, «La casa del sotabanco»). No sé si seguiré. Este apunte me libera.
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