Generoso
«El vino corría generoso», leo en una novela juvenil (cosas de ESO). No recuerdo ya cuándo advertí por primera vez ese empleo lateral, presuntamente literario, de «generoso», pero lo asocio a la novela negra de los años treinta y a los tragos de whisky que bebían aquellos detectives a los que el pobre Bogart prestó cuerpo y sobriedad gestual en «El halcón maltés» y sus secuelas. Desde entonces me he encontrado con todo tipo de alcoholes servidos en abundancia, o sea, «generosos». Supongo que en los años de la ley seca el adjetivo tenía su explicación y no carecía de fuerza y de sentido, pero su empleo actual, más que frecuente, lo reduce a un triste tópico (falso además, pues hoy no se escatiman cantidades) que no sólo implica pobreza lingüística sino que atenta contra el propio y noble concepto de «generosidad».
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