14.5.05

Objeción de conciencia

Hasta finales de los setenta la objeción de conciencia era exclusivamente militar y tenía un precio: prisión inmediata, juicio y condena (tres años, si no me equivoco). Conocí a más de uno que, por motivos religiosos (no precisamente católico-apostólico-romanos), objetó y sufrió persecución por justicia. Después, a medida que disminuyeron o se cancelaron las penas, la objeción militar se generalizó. Recuerdo un pareado ácrata que lucía su ingenio en los muros de los cuarteles, junto a las garitas: «Mozo, objeta, / pasa de escopeta». Que ahora vengan, pues, un obispo y otro obispo ejerciendo su santo oficio y reclamando objeciones de conciencia, porque son gratuitas, no deja de ser una aberración episcopal. Los alfiles sacrifican siempre a los peones.