De uanitate
«Sería injusto -y frívolo- decir que hay, en cada escritor, un Brod y un Kafka y que no escribimos sino en la medida en que hacemos justicia a la parte activa de nosotros mismos o bien que no llegamos a ser célebres más que si, en un momento dado, nos entregamos en cuerpo y alma al afecto ilimitado del amigo. La injusticia consistiría en reservar a Kafka todo el mérito de la pureza literaria -vacilación ante la escritura, negación a publicar, decisión de desturir la obra- y en cargar a su doble, al poderoso amigo, con todas las responsalbilidades que están ligadas a la administración terrestre de una obra demasiado gloriosa. Kafka muerto es íntimamente responsable de la supervivencia cuyo instigador obstinado ha sido Brod» (Maurice Blanchot, «La risa de los dioses», Taurus, Madrid, 1976, pp. 213-214).
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