25.1.06

Pasatiempo

Propuse como ejercicio ordenar en una oración coherente las palabras que yo daba en orden alfabético: bonita, casa, grande, tengo, transparente. El resultado más común fue: «Tengo una casa grande, bonita y transparente» (cabía añadir artículos y conjunciones), que servía para hablar sobre la colocación gradual de los adjetivos (dos, tres, cuatro sílabas). Cuando propuse que se escribiera un texto literario con ese principio, a nadie se le ocurrió hacerlo en verso, pese a ser bastante evidente el ritmo alejandrino de la frase: «Tengo una casa grande, bonita y transparente». De modo que con el tiempo yo mismo escribí, como ejercicio, un soneto, aunque con otra intención, a saber: de cómo un mínimo dato puede modificar la comprensión global de un texto, de cómo una leve variante puede aclarar u oscurecer el sentido. Así pues, entregué a la concurrencia el soneto siguiente:

SONETO

Tengo una gran mansión, opaca y decadente,
en la que he padecido una pena infinita,
condenada a la noche mi negra alma maldita
y a los fríos inviernos de roja sed ardiente.

La oscuridad sombría de esta región ausente
a los hombres aterra y a las fieras irrita,
porque mi ser errante de noche necesita
el cálido alimento que mana de su fuente.

La vida aquí es tristeza, es soledad y espanto,
es el rumor del viento y el frío de la nieve
que, perpetua y blanquísima, resplandece y perdura.

Por eso hace seis noches que ya no me levanto
y la siete es la última y será la más breve,
porque me muero al fin y acaba esta amargura.

Tras permitir que se hicieran numerosas cábalas, hipótesis y averiguaciones sobre la oscuridad y el hermetismo del asunto, entregué este otro:

SONETO

Tengo una gran mansión, opaca y decadente,
en la que he padecido una pena infinita,
condenada a la noche mi negra alma maldita
y a los fríos inviernos de roja sed ardiente.

La oscuridad sombría de esta región ausente
a los hombres aterra y a las fieras irrita,
porque mi ser errante de noche necesita
el cálido alimento que mana de su fuente.

La vida aquí es tristeza, es soledad y espanto,
es el rumor del viento y el frío de la nieve
que, perpetua y blanquísima, resplandece sin mácula.

Por eso hace seis noches que ya no me levanto
y la siete es la última y será la más breve,
porque me muero al fin. Firmado: El Conde Drácula.

No hace falta decir que el soneto original (escrito primero, quiero decir) es el segundo, que la intención era jocosa y que, dado el tono tenebroso del sujeto lírico, no tuve más remedio que sustituir la casa bonita y transparente por una mansión de características opuestas. Sáquense las conclusiones oportunas.