8.1.06

Síndrome

«Hoy como ayer, mañana como hoy / ¡y siempre igual! / Un cielo gris, un horizonte eterno / y andar..., andar», es una rima de Bécquer que de joven y en invierno no me disgustaba. Tampoco me disgustaba «Tarde lluviosa en gris cansado, / y sigue el caminar», de un Lorca primerizo y balbuceante. Me vienen hoy a la memoria estas tristezas líricas y adolescentes por dos razones dispares. La primera es Cyril Connolly, que dice: «El epíteto favorito de todos estos escritores [no Lorca y Bécquer, por supuesto, sino ciertos mandarines británicos] en aquella época era ‘gris’», y también dice: «Si examinamos la clase de poesía que leemos y apreciamos cuando nos sentimos desgraciados, pronto descubrimos que no es la mejor, o, si lo es, que la apreciamos por razones erróneas» («Obra selecta», pp. 75 y 85; en «Enemigos de la promesa», por cierto). La segunda, más poderosa sin duda, aunque también quizás más escondida, es que se acaban las vacaciones y sigue el caminar.