11.1.06

¿Qué?

Escribe Azúa: «No de otro modo nosotros, los que damos cierto crédito a las artes, nos desolamos cuando vemos a tantísima gente apasionada por los programas de la televisión, o suscrita a la prensa del corazón y deportiva, en lugar de leer a Proust o escuchar a Schoenberg. Ambas posiciones, la que acusa a las artes de frivolizar nuestra tragedia, y la que rechaza los entretenimientos inferiores por distraer de tareas intelectuales más severas, ambas digo, nacen de la misma fuente: el convencimiento de que hay algo mejor que hacer en este mundo que... ¿Que qué?» (El País, 10-01-2006). La pregunta (¿que qué?), que no es nueva, es singularmente ambigua y tramposa por cuanto a) plantearla, b) no plantearla y c) responderla conllevan el mismo indicio: la conciencia de superioridad del sujeto pensante, el alto escalón de jerarquía intelectual al que se encarama quien a) la plantea, b) no la plantea o c) la responde. Se trata, pues, de la vieja parábola del ascua y la sardina.