Ut queant
Habla Wolfang Hildesheimer de cierto cuarteto en el que, al concurrir la doble circunstancia de que el genio Amadeus (o Teophilus) lo componía mientras la mujer estaba de parto, el músico habría introducido en el pentagrama los gritos de la parturienta. Lo que no sabe es dónde. «Constanze [la parturienta, mujer de Mozart] cantó inclusive a los Novello [Vincent Novello pretendía escribir una biografía del músico] los pasajes referentes a la aparición de los dolores. Lamentablemente, Vincent no los marcó», escribe. Pero Hildesheimer esgrime su contundente (y pienso yo que sabia, melómena, autorizada) conjetura. Dice: «Sin embargo, es probable que no estemos lejos de la verdad pensando que debe tratarse del repentino ‘forte’ de los dos saltos de octava y del salto de décima inmediatamente sucesivo (compases 31 y 32 del ‘andante’), una rápida agitación que luego se calma, tras una síncopa, en el ‘piano’ subsiguiente: figuraciones que, por otra parte, no reaparecen en Mozart» («Mozart», Destino, p. 187). ¡Opá! Analfabeto musical, no me asombra la magnitud de mi ignorancia, pero me sobrecoge. ¿Qué oigo yo cuando suena Mozart? Tengo que preguntárselo al presidente de la Sociedad Filarmónica de Badajoz, gran caballero. Que me saque de dudas.
<< Inicio