17.9.06

Roth

«A los pocos días, debido a la escasez de cadáveres y aunque no tenía más que una pierna, pasó al Instituto de Anatomía y, por un azar misterioso, recibió el número 73, el mismo que había llevado el recluso Andreas Pum», son casi las últimas palabras de «La rebelión» (Seix-Barral, 1984, p. 153), de Joseph Roth, idénticas en sustancia a «Su cuerpo yacía en la morgue, fue a la sala de disección. Porque se necesitaban cadáveres. Se aceptaban también los hinchados», igualmente casi últimas palabras de «El espejo ciego» (Acantilado, 2005, p. 101), del mismo Joseph Roth. Que los textos sean, respectivamente, de 1924 y 1925 no sólo no amortigua la reincidencia sino que acentúa la significación austrohúngara del desenlace, la necesidad narrativa de enviar a los protagonistas a un descuartizamiento anatómico después de haberse ido despedazando triste y dolorosamente en vida.