Lost
Antaño y no tan antaño, el viajero perdía el norte. «¿Qué norte guiará la nave al puerto?», se quejaba fray Luis de León tras el abandono del Pastor Santo. Y perder el norte, o la luz, era cosa grave, como asegura Rubén Darío: «Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas. Voy bajo tempestades y tormentas, ciego de ensueño y loco de armonía». Hogaño, sin embargo, no sólo se pierde el norte, sino el norte, el sur, el este y el oeste. Y lo que es peor para todos y más grave: el centro (que no es el propio y muy ambiguo ombligo).
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