13.7.07

Floro (y II)

Siguiendo, pues, con Floro, leo: «Y los más sanguinarios de los enemigos no fueron sometidos sino con sus propios métodos, pues los prisioneros fueron torturados a hierro y fuego; pero nada les pareció más atroz a los bárbaros que verse obligados a sobrevivir a su castigo: sus manos habían sido cortadas», (‘Epítome’, I, 39, pág. 219). Me quedo colgado de las palabras cursivas, las releo, las marco, me entretengo, busco la versión latina: «Quippe in captivos igni ferroque saevitum est; sed nihil barbaris atrocius visum est quam quod abscisis manibus relicti vivere superstites poenae suae iubebantur». Puesto que el epitomador ha llenado el epítome de crueldades y virulencias y vesanias y apoteosis sanguinarias, no es la sustancia del texto la que me detiene, sino su formulación, el eco retroactivo de otro texto siempre presente en la conciencia literaria contemporánea, es a saber: «Sin embargo, las manos de uno de los señores estaban ya en su garganta mientras el otro le clavaba el cuchillo en el corazón haciéndolo girar allí dos veces. Con ojos que se quebraban, K. vio aún cómo, cerca de su rostro, aquellos señores, mejilla contra mejilla, observaban la decisión. “¡Como un perro!”, dijo: fue como si la vergüenza debiera sobrevivirlo», (Kafka, ‘Obras completas, I’, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1999, pág 662). «De cómo por medios diversos se llega a un fin semejante» se titula el primer ensayo de Montaigne. «Demuéstrese la influencia de César Vallejo en un soneto de Quevedo», vino a decir, más o menos, Francisco Rico, tal vez en cuarentena. «El hombre es afectado por la imagen de una cosa pretérita o futura con el mismo afecto de alegría o tristeza que por la imagen de una cosa presente», dijo Spinoza, de donde la paráfrasis: «Un texto es afectado por un texto futuro con el mismo grado de eficacia que por un texto pretérito». En fin: conexiones.