3.8.07

Cfr

Como he leído con agrado y aprovechamiento a lo largo de los años algunos libros de Diderot (‘Paradoja del comediante’, verbi gratia) y siento especial predilección por ‘Jacques, el fatalista’ (hay traducción de Azúa, que escribió doctoralmente ‘La paradoja del primitivo’), he ido punteando aquí y allá en las lecturas veraniegas algún que otro contraste. Así, en ‘La música de los números primos’, de Marcus du Sautoy, Acantilado, 2007, leo: «Catalina la Grande tenía como huésped al famoso filósofo Diderot; Diderot tuvo siempre una actitud más bien despreciativa hacia la matemática […]; Catalina se cansó pronto de su huésped […]. Euler fue llamado a la corte para que contribuyera a silenciar a aquel ateo insoportable; por gratitud al mecenazgo de Catalina, Euler aceptó rápidamente y, ante la corte reunida, se dirigió a Diderot en tono solemne: “Señor, (a+bⁿ) / n = x; por tanto, Dios existe: responda”» (pág. 73-74). En cambio, en ‘Encyclopédie’, de Philipp Blom, Anagrama, 2007, leo: «Cuando tenía tiempo, [Diderot] estudiaba griego, latín, inglés e italiano, así como matemáticas (la materia que mejor dominaba), y los escritores de la época» (pág. 51); y también: «En 1773, después de que Catalina la Grande hubiera insistido tanto para que la visitara en San Petersburgo, accedió finalmente a hacer tan largo viaje… […] Su estancia en la corte imperial rusa (durante el invierno de 1773-1774) fue desafortunada; se vio ensombrecida por la plaga de cortesanos celosos de ver a aquel nada elegante ni fino francés que cenaba cada noche con su zarina y que la prendaba simplemente con su conversación y sus ideas» (pág. 381-382). Du Sautoy defiende y elogia a todos los matemáticos que en el mundo han sido y Blom elogia a Diderot en contra de todos los demás (Voltaire, Rousseau, etcétera). En el fondo sólo Catalina la Grande sale bien parada en uno y otro texto. Paradoja de los historiadores.