Triples
Como se oye a menudo que los textos, y aun las acciones o las conductas, tienen una doble (o segunda) lectura, tengo querencia por subrayados del tipo «Sólo en mi tercera lectura de esta incomparable obra maestra [‘Otra vuelta de tuerca’, de Henry James] me convencí de que toda parte del relato en la que el sentido parecía inclinarse hacia una interpretación sobrenatural es, en realidad, efecto natural del trastorno mental de la institutriz o -más simplemente- del miedo», de André Gide, o «Hasta la tercera lectura de ‘América’ de Kafka no caí en la cuenta de que lo que la estatua de la Libertad del puerto de Nueva York realmente enarbola es una antorcha y no una espada como allí se dice; o sea, que di inadvertidamente por buena tal espada como un elemento fiel a la realidad. Pero tal vez con esta misma inadvertencia mía no hice sino reproducir una distracción del propio Kafka, que bien pudo ponerlo así sin darse cuenta en un primer momento, habituado como yo y como todo el mundo a que sea justamente una espada lo que la mayoría de las estatuas públicas gusta enarbolar», de Ferlosio, porque, sin duda, como dice el dicho, no es que no haya dos sin tres, sino que sólo a la tercera va la vencida. Lo prueban los maestros.
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