21.3.08

Sintagmagorías

Me aficioné a Flann O’Brien con ‘El tercer policía’, seguí con ‘Crónica de Dalkey’ y recaigo ahora en ‘La boca pobre’ (las tres en Nórdica), una novela de humor disparatado, de la estirpe de Sterne, que bien puede resumirse en cuatro palabras: gaélico, cerdos, patatas, lluvia. No he podido, sin embargo, dejar de subrayar frases de sabor senabre como «es beneficioso y útil que pueda llegar a los que vengan detrás nuestro alguna información» (pág 31), «un tipo como yo delante suyo corrompiendo la vía pública» (pág 67) o «delante mío un arroyo de whiskey salía de la piedra y fluía sin que nadie lo bebiera ni comprara» (pág 136), aunque, por más que la autocorrección de word se empeñe en que de cada ‘delante mío’ fluya sin comerlo ni beberlo un terco y ortodoxo ‘delante de mí’, no pueda decir frente a tales construcciones lo que dice el narrador de ‘La boca pobre’ ante el despilfarro de agua de vida (‘uisce beatha’, en gaélico) en la misma página 136: «Tan intenso fue mi asombro que me dio dolor de cabeza», porque le tengo más antigua afición a Diderot, en cuyo ‘El sobrino de Rameau’ (Belacqva, Verticales de bolsillo) leo «hacen de mí, conmigo, delante mío, cuanto les viene en gana, sin que me enfade» (pág 28) y «en cuanto tengo un luis, caso poco frecuente, me planto delante suyo» (pág 103), y, si bien el traductor de O’Brien es Antonio Rivero Taravillo, de quien poco sé (fuega con nieve), el de Diderot es Félix de Azúa, que, como no da puntada sin hilo y opta al sillón B de la real academia de la lengua junto a otro candidato (no sé si delante suyo, detrás suyo o a la par suya), supongo que tendrá alguna razón estética o gramatical de peso para reincidir en tan turbia combinación de parejas de hecho: posesivos con adverbios.