8.6.09

Prêt-à-porte

A veces, no a menudo, pero a veces, en Madrid, Preciados, Sol, Arenal, Gran Vía, etcétera, entro en tiendas de moda por lealtad familiar: escudero más fiel que cortefiel. Como no sé apreciar la calidad ni la belleza ni el diseño de tanta y tan vaporosa prenda prêt-à-porter, me quedo a la puerta, quieto, esperando, deseando partir, procurando no entorpecer el minucioso movimiento de la clientela ni obstruir los detectores de la entrada. Procuro perder la mirada (visu conspectu), no ser visto por no ver, pero no por ello dejo de captar de reojo perpeljidades, hipermetropías, incluso risitas de conejo. La razón es cómica y sencilla, pues soy yo mismo la manifestación de la impostura: ocupo, sin serlo ni menos aún parecerlo, el lugar del segurata.