18.10.13

Exorcismos

No hay peor trastorno en la memoria que creer equivocado un recuerdo cierto y empeñarse en la búsqueda de la solución, pues se produce una suerte de extravío que se aleja cada vez más del punto de partida, que es, sin saberlo, el de llegada. Lo comprobé ayer mismo una vez más. Quise evocar el título del libro en que Raymond Queneau hace ‘ejercicios de estilo’ (cómo iba a ser tan sencillo, tan tan descriptivo) en torno al joven que viaja en autobús y al que le falta un botón en el abrigo —ya se sabe: «dans l’autobus / dans l’autobon / l’autobus S / l’autobuson» (en el autobús / en el busbombón / el autobús S / el esesesón)— y era en vano, se resistían al título en mi memoria los 99 malabarismos retóricos que vienen a ser la biblia del Oulipo, así que apenas llegué a casa me lancé a las estanterías para comprobrar que, en efecto —‘Ejercicios de estilo’ (Cátedra), ‘Exercices de style’ (Folio)—, no se puede enmendar lo que está bien y si se enmienda malo. Culpo, no obstante, del trastorno a Guillermo Cabrera Infante, cuyos ‘Exorcismos de esti(l)o’ (Seix-Barral) se atravesaron como un diablillo en el camino.