12.7.06

Biglittle

En pasajero arrebato de nostalgia adolescente me he puesto a leer «Pan» (Anagrama, 2006), de Knut Hamsun, y después «Hambre», y es en ésta donde subrayo la frase «mi primera pequeña... gran caída» (Plaza Janés, colección Gran Reno, 1985, p. 139). Pienso inmediatamente en la película de Arthur Penn titulada «Pequeño gran hombre» (1970), basada en la novela (que no he leído) «Little Big Man» (1964), de Thomas Berger. En cualquier caso mi reflexión es estrictamente gramatical y se refiere a la evidencia irreversible de que el adjetivo «grande» engrandezca a la «caída» y al «hombre» y de que sólo después de ese engrandecimiento se anteponga el adjetivo «pequeño» para recaer sobre el sintagma entero, sea la «gran caída» o sea el «gran hombre». Confieso que me gustaría poder invertir los términos y nombrar (o nominar) al «gran pequeño hombre» de nuestros días, nuestras fatigas y nuestras faenas, siempre y cuando se pudiera entender que «gran» no afectaría en modo alguno ni a «hombre» ni a ese «hombre», sino solamente a «pequeño», al adjetivo «pequeño», al «gran pequeño», a su grandiosa, grandísima y grandilocuente pequeñez.