17.12.06

Averígüelo, Vargas

Con malas intenciones me pregunto si, en su «Piedra de toque» de hoy, titulada «Las exequias de un tirano» (El País, 17-12-2006) no estará don Mario Vargas Llosa viniendo en el fondo a coincidir de pleno con el nieto retórico-militar del dictador cuando escribe que «la condena firme e inequívoca del tiranuelo que fue Pinochet, y de su inicuo sistema, no debe significar, sin embargo, una justificación ni un olvido de los gravísimos errores cometidos por la Unidad Popular, de Salvador Allende, sin los cuales jamás se hubiera creado el clima de desgobierno, violencia y demagogia que llevó a muchos chilenos a apoyar el putch de Pinochet», y si, en consecuencia, sigo preguntándome, con no mejores intenciones, consciente de haber alumbrado una mecha explosiva y peligrosa en su homilía neoliberal (la cruzada del converso Zavalita es, como bien se sabe, contumaz), no se estará curando en salud, o absolviéndose por propia mano del doble o triple error (historia, argumentación e ideología), al terminar deseando en un último parrafillo, como en un amén desvirtuado, que «ojalá [y, viniendo de donde viene, paso por alto la pertinencia etimológica de la interjección] que la trágica historia de Allende y Pinochet no se repita, ni en Chile ni en ninguna otra parte». Como si dijera: que razones y motivos, haylos.