Espinosa
En una librería céntrica de Madrid, dos individuos maduros y barbados hojean un libro que al pronto no alcanzo a ver y hablan con voz grave, cual barítonos complutenses. «Es un gran filósofo», dice uno de ellos. Y añade otras informaciones que, por discreción, porque, una vez reconocido el libro, me alejo dos o tres pasos para no levantar sospechas, no llego a oír del todo. Cazo palabras sueltas: tractatus, teología, ética. Y alguna frase: «Que no, que no es teólogo, es filósofo», insiste el primero. El otro pasa las páginas hacia delante y hacia atrás, baraja, se detiene en un punto, parece que lee algunas líneas al azar, baraja de nuevo, lee, cata la enjundia del producto. «Muy fragmentario para ser filosofía», comenta. Y también: «No sé, no sé». Yo vigilo, acecho, disimulo, finjo. La gente a veces se lo piensa, pesa y sopesa las decisiones con lentísima incertidumbre. Hasta que al final los veo a ambos en la caja. Se lleva la mercancía el dubitativo. Está pagando. El libro es «Tríbada», de Miguel Espinosa (Siruela). Cualquier procedimiento para llegar a este autor, tanto da «more geometrico» como «teológico-político», es bueno, justo y baruch, pues «las ideas inadecuadas y confusas se siguen unas de otras con la misma necesidad que las ideas adecuadas, es decir, claras y distintas».
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