Parágrafo
Cuando aparecen en los telediarios imágenes de atentados suicidas en Irak, algo por otra parte tan común y cotidiano como regido por la oración al padre eterno, ya no pienso en armas de destrucción masiva, ni en tríos de atlántico ciclón, ni en genéricos de dinamita, ni en filosofías geopolíticas, sino en series de televisión norteamericanas, «CSI», «Sin rastro», «Mentes criminales», «Caso abierto», «The Closer», todo un inagotable mercadeo policiaco de prime time, y me pregunto, en lo personal, si me habrá alcanzado ya irremisiblemente a mis años la afección catódica y, en lo general, si las exhibiciones de control que en tales series proliferan con inmediatez de vértigo (exhaustivo control de las llamadas telefónicas de todo sospechoso funcional, seguimiento al detalle del menor movimiento en las tarjetas de crédito, tiques de aparcamiento, multas de tráfico, cámaras de seguridad de hoteles, restaurantes y demás establecimientos, toda la tecnología ofimática y epitelial del universo) no vendrán dadas precisamente por la misma ideología invasora, expansionista y represora, como vacuna de padagogia masiva y como demostración de un poder de doble filo: vigilancia y protección, the big brother and the uncle Sam.
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