Viaje a China
Tardé en volver porque no funcionaba la máquina de la cafetería y muchos quioscos no venden tabaco. Dos chicas me entregaron un formulario comercial: si lo enviaba por correo, participaría en el sorteo de un viaje a China para dos personas. Lo cogí por inercia: ya estaba de viaje con otra persona y no quería más viajes para dos personas. También tardé en volver porque quería acabar y no sabía cómo. Pero, cuando entré en la habitación, ella había hecho la maleta y se marchaba. Lamenté haber llegado tan pronto. Te había dejado una nota, dijo. Había comprendido que no la quería, añadió. Está bien, dije, lo entiendo. Y no se me ocurrió mejor respuesta que romper minuciosamente el formulario chino y tirarlo a la papelera. ¿Qué es?, preguntó. Ya no importa, respondí. Empezó a recoger papelitos y a juntarlos, como si resolviera un rompecabezas. ¿Qué era?, preguntó otra vez. Nada, no importa, insistí. Se echó a llorar. Creí que tardabas porque no me querías, dijo. No llores, dije. Era una licencia de matrimonio, gimoteó, ¿verdad? Ya no sirve, dije. Trastornada por la culpa, elevó el llanto a convulsión. Lo he estropeado todo, dijo, lo siento lo siento lo siento. No contesté. Rompí las piezas del rompecabezas en trozos aún más pequeños. No apartó la mirada ni un momento de mis manos y, al rato, desconsolada y en silencio, cogió el equipaje y salió de la habitación. Pensé asomarme a la ventana para verla por última vez, pero no lo hice. Rompí su nota en pedacitos menudos, sin leerla, la tiré a la papelera, junto al formulario chino, y llamé a recepción para pedir el desayuno.
[Sea lo que fuere, microrrelato, cuento chino o torpe intento de realismo sucio, de momento, sea.]
[Sea lo que fuere, microrrelato, cuento chino o torpe intento de realismo sucio, de momento, sea.]
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