12.12.10

Trapa

Como se aproximan tiempos locos de alborozo y expansión (cava, turrón, millones y peces en el río) me entreno leyendo ‘Un tiempo para callar’ (Elba), de Patrick Leigh Fermor, «una bellísima meditación sobre el significado del silencio y la soledad en la vida moderna, por uno de los autores más fascinantes del siglo xx», según faja de ‘The New Yorker’ que no deja de producir irritación (¡uno de los autores más fascinantes del siglo xx!, ¿cuántos autores fascinantes hay en el siglo xx?, ¿quiénes son?, etcétera). Pero se trata de un recorrido por monasterios de Francia y Capadocia acogidos al primer hemistiquio de la ley del ‘Eclesiastés’ (3:7): «tempus tacendi et tempus loquendi» (un tiempo para callar y un tiempo para hablar). De ahí que, puesto que «la regla del silencio es absoluta» en la Gran Trapa, me haya detenido en la nota de la página 107: «Hay una dispensa especial de la regla del silencio para los monjes que se ocupan de los animales pertenecientes a la abadía. Se les permite hablar con aquellos que tienen a su cargo, y que sí son mudos de verdad». Da que pensar.