2.8.11

Estilemas

Desde hace tiempo he sentido una perniciosa atracción por las fórmulas retóricas, los estilemas, las patentes de autor, hasta el punto de que, a veces, cuando me obsesiono con un procedimiento concreto, no puedo continuar la lectura ni abandonar el párrafo sin dejar una marca de reconocimiento y de consuelo. Hace tiempo, por ejemplo, un reseñista justiciero censuró a Ferlosio y aun negó todo valor a la novela por poner en boca del narrador de ‘El testimonio de Yarfoz’ (§XLI) las siguientes palabras: «En adelante contaré varias cosas en las cuales no estuve presente y que, por tanto, he tenido que ir recomponiendo a partir de diversos testimonios», fórmula, por lo demás, tan vieja que yo mismo la había subrayado en ‘Los nueve libros de la historia’, de Herodoto (‘Euterpe’, §99): «Hasta aquí todo cuando he dicho es mi observación, mi opinión y mi investigación; en adelante voy a contar los relatos egipcios tal como los oí, aunque también les agregaré algo de mi observación», pero que, en su descalificación, sirvió para añadir un ingrediente más a mis manías cursivas. Así que ayer mismo no pude pasar por alto la siguiente «excusatio»: «Hasta ahora todo lo que te he contado es experiencia personal, la pura verdad, pero hay otras cosas que han llegado a mí de segunda mano. De tercera, en realidad», de Tim O’Brian, ‘Las cosas que llevaban los hombres que lucharon’ (Anagrama, pág. 130: demasiado artificio retórico entorpeciendo el brillo de «la pura verdad» y su propósito moral) ni dejar de pensar que, en definitiva, toda narración, al margen de la categoría del narrador y de su tramposa voluntad, recompone testimonios de segunda mano, o de tercera, y los sazona con la propia observación.