15.6.05

© Dickens

—«Adorable criatura...» —repitió Sam.
—¿No estará en poesía, eh? —interrumpió el padre.
—No, no —dijo Sam.
—Me alegro de saberlo —dijo el señor Weller—; la poesía no es cosa natural; nadie ha hablado nunca en poesía, salvo el anunciador en el boxeo, o el de la crema pa el calzado Warren, o el del aceite pa el pelo Rowland, o esos otros tipos desgraciados; no caigas nunca tan bajo como pa hablar en poesía, hijo mío.
(«Los papeles póstumos del club Pickwick», Cap. XXXIII)