Misisipí
«Epílogo para un crimen racista», en la última página de El País, cuenta la última parte de la historia de Emmett Till, un muchacho negro secuestrado y asesinado en 1955 por silbar a una mujer blanca. Dada la popularidad forense del ADN, van a reabrir el caso. Sus asesinos confesos (confesos tras la blanca absolución) ya han muerto. Tal vez viva todavía algún cómplice, asegura el único testigo del secuestro, un primo de la víctima. Poco arregla, sin embargo, esta justicia retroactiva, apenas símbolo de un consuelo inútil: alimentar in extremis la improbable creencia de que existe cierto progreso moral. Por lo demás, no me ha atraído la noticia por su azar narrativo, sino por una evocación distinta, la «Elegía a Emmett Till», de Nicolás Guillén, cuyo principio recuerdo de memoria, «En Norteamérica / la Rosa de los Vientos / tiene el pétalo sur rojo de sangre», y cuyo estribillo, esa reiteración de «El Mississippi pasa / y mira el Mississippi cuando pasa», no me ha parecido nunca un mero ejemplo de onomatopeya.
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