Pack Parménides
Incluso, si me tocara o me tocase el gordo, como me atreví a insinuar hace un par de días, estoy sopesando la posibilidad de celebrarlo de manera cartuja y anteponiendo la cueva al cava y sus etimologías, esto es, encerrándome en una habitación interior, un punto en penumbra, sin villancicos ni espumosos, con cuatro libros (un «pack»), y leerlos uno tras otro, ininterrumpidamente y en el siguiente orden: el «Poema», de Parménides (tal vez con dos o tres versiones: García Bacca, García Calvo, Gredos; por comparar mayormente y saber si son yeguas, caballos o corceles los que han de llevarme tan lejos como el camino alcance); el «Parménides», de César Aira; «En los oscuros lugares del saber», de Peter Kingsley; y «La ciénaga definitiva», de Giorgio Manganelli. Por ver si al fin dioses o diosa o dáimones me iluminan y me conducen al verdadero mundo de los signos.
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