Ases ilusos Ulises ha
Alguna vez imaginé el canto XI de la Odisea («Descensus ad inferos» lo titulan diversas traducciones) como una partida de póker entre Ulises (u Odiseo: «Remero he sido»; de algún modo hay que cruzar el río Leteo) y selectos habitantes del Hades: Tántalo, Sísifo, Agamenón y Aquiles. Sólo Tiresias quedaba excluido del juego, porque a su ceguera oracular ninguna resistencia podrían oponer ni el sigilo profesional de los tahúres ni el secreto boca abajo de los naipes. Pero después pensé que, siendo el Hades el Hades, frente a la experiencia y la sabiduría de la muerte (que es la participación de lo divino) de sus rivales, cualquier mano feliz, baza dichosa, que pudiera tener Ulises sería mera ilusión mortal, espejismo contingente: sus cartas siempre estarían fatalmente marcadas. Además, me dije, no cabe subordinar tal trama a un simple título caprichoso. Quede, pues, a solas, sin sustancia, el palíndromo.
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