26-08-2008
No es mal día hoy, 26/08/2008, con la vista ya puesta en el cercano horizonte del 01/09/2008, para volver, para poner un límite, para anotar, en fin, que, como se va acabando el tiempo (las vacaciones, la pereza, la desidia, germen de todo mal, según los clásicos), me he puesto a leer ‘Anatomía de la melancolía’, de Robert Burton (selección de Alberto Manguel, AE, 2006), para recrearme en la suerte, y así he venido a dar (pág 154, ¡funesto número!) con unos versos de Horacio (Epístolas, I, 20), «Hoc quoque te manet, ut pueros elementa docentem / occupet extremis in uicis balba senectus», que Ana Sáez Hidalgo traduce así: «Y también te aguarda eso: que en tu blanca senectud te destinen a enseñar el alfabeto a los niños». Horacio se dirige a un libro, «Vortumnun Ianumque, liber, spectare uideris», pero en estos tiempos de agosto y anticiclón y fahrenheit y 451 y, sobre todo, de prosopopeya —«cisne en lo cano y más en lo canoro»—¿quién no se da por aludido y no se siente sentenciado y víctima de lo que Burton llama (impropiamente, diz) melancolía en disposición, «esa melancolía transitoria que va y viene en cada ocasión de tristeza, necesidad, enfermedad, problema, temor, aflicción, enojo, perturbación mental o cualquier tipo de cuidado, descontento o pensamiento que cause angustia, torpeza, pesadez y vejación del espíritu», etcétera, y que hoy reducimos, sin más, a vago síndrome de otoño, septiembre sintomático, oscuras golondrinas?
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