15.5.05

El eterno segundo

Para adquirir el estatuto ontológico de segundo, o eterno segundo, no se requiere tanto haber sido segundo más veces que ningún otro como, habiendo sido segundo de vez en cuando, no haber sido nunca primero. Todo aficionado al ciclismo sabe que el segundo de la bicicleta por excelencia ha sido, es y será por mucho tiempo, tal vez para siempre, Raymond Poulidor, quien, sin embargo, sólo en tres ocasiones acabó el tour de Francia en segunda posición (tras Anquetil en 1964, tras Gimondi en 1965 y tras Merckx en 1974), mientras que Zoetemelk obtuvo el segundo puesto en seis ocasiones (tras Merckx en 1970 y 1971, tras Van Impe en 1976, tras Hinault en 1978, 1979 y 1982). Zoetemelk, sin embargo, fue ganador del tour de 1980, por lo que al menos una vez consiguió su propósito: eso lo convirtió en un gran corredor mediocre. A Poulidor, por su parte, además de no ser nunca primero, le avalan cinco terceros puestos (1962, 1966, 1969, 1972 y 1976), que no lo convierten, sin embargo, en tercero permanente, sino que le abren las puertas para siempre del segundo, del único, eterno y definitivo paradigma del segundo. Esa es su grandeza, el mérito moral de una maldición deportiva.