12.11.17

Regnum condes

Tal vez pueda explicarles a tus alumnos un pequeño detalle de la segunda fábula, «El monstruo de las siete cabezas», una pequeña aclaración sobre el enigmático rugido del monstruo y sobre la respuesta del caballero. Cuando yo estudiaba latín y griego, y leía libros de historia y de mitología clásica, me sorprendía una y otra vez con la sutileza y la ambigüedad de los antiguos oráculos, con su habilidad lingüística para decir simultáneamente una cosa y la contraria. Siempre he recordado, por ejemplo, la historia de una madre que acudió al templo con su hijo, porque el muchacho estaba a punto de partir para la guerra y la madre quería saber si moriría o regresaría sano y salvo. El oráculo, dirigiéndose al joven, dijo: «Ibis, redibis, no peribis» («Irás, volverás, no morirás»). El joven fue a la guerra y murió. Entonces la madre se presentó de nuevo ante el oráculo para protestar por el engaño. Pero el oráculo replicó enojado que había malinterpretado sus palabras, pues bien claramente había dicho que ocurriría lo que fatalmente ocurrió: «Ibis, redibis non, peribis» (esto es: «Irás, no volverás, morirás»; he ahí la importancia de los signos de puntuación y el valor de una no tan simple coma). Pues bien, hace tiempo imaginé una historia en la que un caballero que tenía sueños extraños y contradictorios relacionados con su hijo pequeño decidió consultar a dos magos distintos. Y pensé que no sería mala idea que los magos interpretaran los sueños a la manera de los viejos oráculos, con juegos lingüísticos. Así pues, uno de los magos realizaba el siguiente vaticinio sobre el hijo del caballero: «Regnum condes tecum septem, rex eris non», que puede traducirse como: «Fundarás un reino con otros siete, no serás rey». El otro mago, en cambio, decía: «Regnum condes, tecum septem reges erunt», cuya traducción sería: «Fundarás un reino, otros siete reinarán contigo», que es otra forma de pronosticar que no será rey, porque no puede haber siete reyes al mismo tiempo en un mismo reino (los siete serían, claro está, el bestión mascariento, el jayón del Búrdalo, el juglar mascariento, san Hervacio, los hermanos Albadil Alvar y Faderique y el guerrero de las montañas). El monstruo de la fábula repite invariablemente el primer vaticinio como un desafío, pero también como una maldición, porque sabe que en el momento en que alguien le responda con el segundo habrá terminado la razón de su existencia. No sé si esto que cuento servirá de mucho, pero tus alumnos bien se merecen la aclaración de algún punto oscuro. Espero que las fábulas no les resulten aburridas.