31.1.06

Doña

Los manuales escolares de literatura han alimentado durante mucho tiempo una malsana propensión a salsa rosa, a aquí hay tomate y otras guarniciones sentimentales: la Beatriz de Dante, la Laura de Petrarca, la Isabel de Garcilaso, la Dolores de Larra, la Teresa de Espronceda... Y ahora que, por telegrafía enciclopédica, se entretienen menos en tales derivaciones amorosas y sus desgarrones líricos resulta que se filtran desde fuera el tomate, la salsa y el corazón corazón. No puede entenderse de otro modo que al analizar ciertos poemas quejumbrosos de Antonio Machado los alumnos hablen, hic et nunc et sic, de Doña Leonor.

29.1.06

¿Queequeg?

Llaman las otras compañías de telefonía móvil, con insistencia y con identidad oculta, se presenta una chica, dice un nombre, su nombre, y pregunta directamente el mío sin rodeos, no ¿con quién tengo el gusto de hablar?, sino con determinación bravía, según normas de manual, imagino, técnicas de persuación del comercial agresivo: «¿Cómo se llama?». Y siempre me ha perturbado esa interrogación directa e inmediata, me ha pillado falto de reflejos, incapaz de una reacción embustera o diasuasoria, náufrago frente al todopoderoso leviatán, hasta que de pronto, el viernes, las musas me brindadron una solución imprevista que, libre de copyright, pienso seguir usando: «Puede llamarme Ismael».

28.1.06

De pulchritudine

Foto de Alain Delon en los periódicos: la belleza perenne termina en Dorian Gray.

25.1.06

Pasatiempo

Propuse como ejercicio ordenar en una oración coherente las palabras que yo daba en orden alfabético: bonita, casa, grande, tengo, transparente. El resultado más común fue: «Tengo una casa grande, bonita y transparente» (cabía añadir artículos y conjunciones), que servía para hablar sobre la colocación gradual de los adjetivos (dos, tres, cuatro sílabas). Cuando propuse que se escribiera un texto literario con ese principio, a nadie se le ocurrió hacerlo en verso, pese a ser bastante evidente el ritmo alejandrino de la frase: «Tengo una casa grande, bonita y transparente». De modo que con el tiempo yo mismo escribí, como ejercicio, un soneto, aunque con otra intención, a saber: de cómo un mínimo dato puede modificar la comprensión global de un texto, de cómo una leve variante puede aclarar u oscurecer el sentido. Así pues, entregué a la concurrencia el soneto siguiente:

SONETO

Tengo una gran mansión, opaca y decadente,
en la que he padecido una pena infinita,
condenada a la noche mi negra alma maldita
y a los fríos inviernos de roja sed ardiente.

La oscuridad sombría de esta región ausente
a los hombres aterra y a las fieras irrita,
porque mi ser errante de noche necesita
el cálido alimento que mana de su fuente.

La vida aquí es tristeza, es soledad y espanto,
es el rumor del viento y el frío de la nieve
que, perpetua y blanquísima, resplandece y perdura.

Por eso hace seis noches que ya no me levanto
y la siete es la última y será la más breve,
porque me muero al fin y acaba esta amargura.

Tras permitir que se hicieran numerosas cábalas, hipótesis y averiguaciones sobre la oscuridad y el hermetismo del asunto, entregué este otro:

SONETO

Tengo una gran mansión, opaca y decadente,
en la que he padecido una pena infinita,
condenada a la noche mi negra alma maldita
y a los fríos inviernos de roja sed ardiente.

La oscuridad sombría de esta región ausente
a los hombres aterra y a las fieras irrita,
porque mi ser errante de noche necesita
el cálido alimento que mana de su fuente.

La vida aquí es tristeza, es soledad y espanto,
es el rumor del viento y el frío de la nieve
que, perpetua y blanquísima, resplandece sin mácula.

Por eso hace seis noches que ya no me levanto
y la siete es la última y será la más breve,
porque me muero al fin. Firmado: El Conde Drácula.

No hace falta decir que el soneto original (escrito primero, quiero decir) es el segundo, que la intención era jocosa y que, dado el tono tenebroso del sujeto lírico, no tuve más remedio que sustituir la casa bonita y transparente por una mansión de características opuestas. Sáquense las conclusiones oportunas.

20.1.06

Objetividad

Orden alfabético de lo subrayado en un artículo de opinión: asesinos, asquerosos, bicharracos, blandengue, cadáveres aún calientes, chulería, culo en pompa, desprecio, disparate, fofo, ignominia, matonismo, miserable, papanatas, pestilencias, pisotean, repugnante. (Para un ejercicio de taller)

16.1.06

Meteorología

Conocí a una anciana que interpretaba la información meteorológica de los telediarios de modo escueto: A «Agua» y B «Buen tiempo». No es ningún disparate. Cuando una representación de meteorólogos británicos presumió de acertar en el cuarenta por ciento de sus pronósticos, Churchil les respondió que, en ese caso, deberían intentar equivocarse, porque mejorarían notablemente el porcentaje de aciertos. La anciana, pues, aun sin saberlo, seguía la estretagia sugerida por Churchil. No sé si la ciencia o la adivinación meteorológica han progresado mucho en el conocimiento atmosférico. A veces creo que sí, porque la meteorología se ha convertido en la estrella de la información, ha copado los telediarios, los partes radiofónicos, los boletines horarios, las desconexiones terriotoriales, las ruedas matutinas, ¡qué obsesión, señor, y qué suplicio! Pero más veces creo que no, porque todo en tan pertinaz perorata audiovisual son locuciones de incertidumbre: en torno a, temperatura similar, nubes y claros, cielo semidespejado, leves precipitaciones, vientos moderados. En resumen, matices, reservas, probabilidades, conjeturas, presunciones, ni sí ni no, tal vez, quién sabe, la perplejidad de las Azores, pero, a fin de cuentas, como decía la anciana, A y B: borrasca, anticiclón y viceversa.

13.1.06

Mejor

He aquí el argumento: «Según las gramáticas escolares, ‘mejor’ es comparativo de ‘bueno’ (recuérdese la retahíla latina: bonus, melior, optimus; malus, peior, pessimus), pero en la práctica lingüística ‘mejor’ es el camino continuo e ininterrumpido que conduce de ‘malo’ a ‘bueno’, en ‘bueno’ tiene su meta y su destino. Si un enfermo ‘mejora’, está menos enfermo, menos ‘malo’, pero todavía no está ‘bueno’. Si un alumno se porta ‘mejor’ o si ‘mejora’, es que no es tan ‘malo’ como antes o que son menos ‘malas’ sus calificaciones, pero todavía no es ni (con perdón) actitudinal ni intelectual ni definitivamente ‘bueno’ y no es, desde luego, ‘mejor’ que los que siempre han sido ‘buenos’ en uno u otro sentido. Et coetera». Pues bien, no he conseguido convencer a mi auditorio, un auditorio que, contra todo pronóstico y contra toda jerga y contra toda vodafonía, cree a ciegas en la verdad gramatical: única e inmutable. Creo firmemente, sin embargo, que el punto de partida de ‘mejor’ es comúnmente ‘malo’ y que, según los casos, a veces termina llegando a ‘bueno’ y a veces, la mayoría de las veces (pura estadística), se extravía en el camino.

11.1.06

¿Qué?

Escribe Azúa: «No de otro modo nosotros, los que damos cierto crédito a las artes, nos desolamos cuando vemos a tantísima gente apasionada por los programas de la televisión, o suscrita a la prensa del corazón y deportiva, en lugar de leer a Proust o escuchar a Schoenberg. Ambas posiciones, la que acusa a las artes de frivolizar nuestra tragedia, y la que rechaza los entretenimientos inferiores por distraer de tareas intelectuales más severas, ambas digo, nacen de la misma fuente: el convencimiento de que hay algo mejor que hacer en este mundo que... ¿Que qué?» (El País, 10-01-2006). La pregunta (¿que qué?), que no es nueva, es singularmente ambigua y tramposa por cuanto a) plantearla, b) no plantearla y c) responderla conllevan el mismo indicio: la conciencia de superioridad del sujeto pensante, el alto escalón de jerarquía intelectual al que se encarama quien a) la plantea, b) no la plantea o c) la responde. Se trata, pues, de la vieja parábola del ascua y la sardina.

8.1.06

Síndrome

«Hoy como ayer, mañana como hoy / ¡y siempre igual! / Un cielo gris, un horizonte eterno / y andar..., andar», es una rima de Bécquer que de joven y en invierno no me disgustaba. Tampoco me disgustaba «Tarde lluviosa en gris cansado, / y sigue el caminar», de un Lorca primerizo y balbuceante. Me vienen hoy a la memoria estas tristezas líricas y adolescentes por dos razones dispares. La primera es Cyril Connolly, que dice: «El epíteto favorito de todos estos escritores [no Lorca y Bécquer, por supuesto, sino ciertos mandarines británicos] en aquella época era ‘gris’», y también dice: «Si examinamos la clase de poesía que leemos y apreciamos cuando nos sentimos desgraciados, pronto descubrimos que no es la mejor, o, si lo es, que la apreciamos por razones erróneas» («Obra selecta», pp. 75 y 85; en «Enemigos de la promesa», por cierto). La segunda, más poderosa sin duda, aunque también quizás más escondida, es que se acaban las vacaciones y sigue el caminar.

7.1.06

GG

No sufráis, compañeros de links, no os alteréis. No se trata de poesía ni de literatura, sino de regionalismo empobrecido, abaratado, de saldo y mercadillo. Y no es que se anticipen las rebajas a los reyes, sino la perduración del patriotismo rebajado, carátulas de gasolinera. Tampoco se trata de lectores, sino de beatos. Es una secta de pobre re[li]gión: el Opus Grei.

6.1.06

Loterías

No sorprende, sino todo lo contrario, el empeño anual por buscar y terminar encontrando un principio de racionalidad o de justicia poética en la distribución de los premios de lotería navideña, como si la suerte, la infatigable rueda de la fortuna en el no menos infatigable laberinto, dependiera en esencia de un criterio divino o, en su defecto, pudiera exhibir, como atenuante, un certificado de justicia.

5.1.06

Evo

Ese pedazo de senador que va a La Habana -cuatro jinetes van para Bonanza- con mochila y sin visado para armar el fistro pecador y que ahora llega a la pradera Condemor y va y dice «No Evo, no Evo», etcétera.

3.1.06

Profetas

Nadie es profeta en su tierra, dice el dicho (ahora mismo lo utiliza alguien en la radio, un afectado en postergaciones municipales) y de alguna verdad ha de proceder el tópico y su vasta proliferación, pero estoy por asegurar con contundente certeza que mucha gente no es otra cosa que profeta en su tierra, y solamente en su tierra, y nada más que en su tierra.

1.1.06

Si no nos vemos

Debo de haber oído en los últimos días cientos de veces, ya como destinatario, ya como testigo ocasional de ajenas despedidas, la frase: «Y si no nos vemos, ¡feliz año!». Como bien se sabe, los deseos generales, del tipo «te deseo lo mejor del mundo», «que tengas toda la suerte del mundo», «que dios te colme de ventura y felicidad», etcétera, carecen de sentido o, mejor dicho, no tienen otro sentido que la ritualidad de su enunciado (y no es cuestión de que en día como hoy me ponga yo a divagar sobre el rito y sus antropologías). Lo que me perturba de la primera frase es el «si no nos vemos», y no porque salte de manera inmediata la pregunta jocosa: «¿Y si nos vemos?», pues, «si nos vemos», repetiremos u oiremos repetir «¡feliz año!» cuantas veces convenga o sea menester, sino por las frágiles subordinaciones que subraya: como si el deseo tuviera que estar agazapado hasta el momento de las uvas, como si la anticipación pudiera restar eficacia a la fórmula y como si el cumplimiento de lo deseado dependiera, en definitiva, de «lo que es» una huera condición del yo que habla.