13.1.12

El llanto y el móvil

De vuelta de un paseo de mediodía bajo el débil sol de enero, me llamó la atención ver a una mujer joven que, justo en el momento en que llegaba a su altura, colgaba el teléfono de una cabina pública. Ni el hecho ni el rostro de la joven se habrían incorporado a mi memoria sin el subrayado de una circunstancia adyacente: la chica estaba llorando. Me miró y se alejó de la cabina a toda prisa, como si huyera, no de mí, sino de la cabina o del espacio del llanto o tal vez de la vergüenza. He de confesar, no obstante, que, si me sorprendió el llanto, que, en exteriores, no deja de ser una engaño de la emoción, un aliciente para la piedad, más me sorprendió la deriva de mi primer pensamiento. No tiene móvil, pensé. Y enseguida sentí remordimientos por haber antepuesto al llanto el móvil, culpable de advertir con tanta prontitud las anomalías tecnológicas de los tiempos y relegar a segundo plano las secuelas de la miseria humana, lóbrega y perdurable en sus pesadumbres. Me consolé luego, de regreso a casa, aún al abrigo del tibio e impenitente sol de invierno, conviniendo que igualmente impío hubiera sido escarbar en el llanto con un haikú o con un soneto, como impía es, en definitiva, esta entrada e impías todas y cada una de sus palabras.

7.1.12

Elemental

Según avanzo por las páginas de ‘Con el agua al cuello’, de Petros Márkaris, aumentan en tal grado mis dotes de detective que, como esos espectadores que avisan al héroe de los peligros que corre en la pantalla o que gritan órdenes al jugador en las retransmisiones deportivas, bien podría ayudar con mis deducciones al comisario Kostas Jaritos y decirle: «Siga usted investigando, comisario Jaritos, porque algún personaje tendrá que cargar con la autoría de los crímenes, es de ley en la narrativa policial, pero ya antes de llegar a la final del mundial de fútbol (estoy en ello) le puedo asegurar sin ninguna duda y con todo fundamento que el culpable no es otro que el propio Petros Márkaris, que no ha encontrado otro remedio contra la inagotable farsa de la deuda, la crisis, las finanzas y las agencias de rating que su decapitación». Pero mejor me callo: no voy a interferir en el orden de la trama y menos aún en su disolución.

2.1.12

Prensa

Abro el periódico con mono, por la dosis de ayer, y percibo de pronto nueva música, «Europa se prepara para un nuevo calvario», ¡un alejandrino!, exclamo, titular, página 2, paso a página 3, «Italia pone en marcha los ajustes…», me detengo, ¡endecasílabo!, estoy a punto de exclamar, la métrica del año nuevo, el regreso de Belarmino y Apolonio, pero reparo un poco en la semántica, en la ‘detonación’ de las palabras, y veo que no, que sigue la vieja prosa con su eurorritmo retórico, su déficit porcentual, su producto interior bruto. No hay perfección posible.