14.7.06

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El verano trae estribillos efímeros que generan riquezas imprevistas. Apenas hemos empezado y ya parece remoto «Opá, yo viacé un corrá» cuando arranca con brío «Coup de boule, coup de boule». Si yo tuviera picardía musical bien podría hacerme de oro estivalero, en el sur y en agosto, con un simple «Biglittle, ay, Biglittle, / ay, Biglittle, Biglittle». Mas no será, no será, no será, no será...

12.7.06

Biglittle

En pasajero arrebato de nostalgia adolescente me he puesto a leer «Pan» (Anagrama, 2006), de Knut Hamsun, y después «Hambre», y es en ésta donde subrayo la frase «mi primera pequeña... gran caída» (Plaza Janés, colección Gran Reno, 1985, p. 139). Pienso inmediatamente en la película de Arthur Penn titulada «Pequeño gran hombre» (1970), basada en la novela (que no he leído) «Little Big Man» (1964), de Thomas Berger. En cualquier caso mi reflexión es estrictamente gramatical y se refiere a la evidencia irreversible de que el adjetivo «grande» engrandezca a la «caída» y al «hombre» y de que sólo después de ese engrandecimiento se anteponga el adjetivo «pequeño» para recaer sobre el sintagma entero, sea la «gran caída» o sea el «gran hombre». Confieso que me gustaría poder invertir los términos y nombrar (o nominar) al «gran pequeño hombre» de nuestros días, nuestras fatigas y nuestras faenas, siempre y cuando se pudiera entender que «gran» no afectaría en modo alguno ni a «hombre» ni a ese «hombre», sino solamente a «pequeño», al adjetivo «pequeño», al «gran pequeño», a su grandiosa, grandísima y grandilocuente pequeñez.

11.7.06

Dialéctica

Los insultos lo son, en general, por ser mentira: llamar puta, por ejemplo, a quien no lo es o sucio terrorista a un mero rival deportivo (a cierto belicoso delantero búlgaro lo sacaban de quicio los defensas contrarios llamándole van Basten, se enfadaba -precisamente porque no era van Basten-, arremetía y atacaba: tarjeta roja). En cambio, las agresiones, por muy testimoniales o incluso metafóricas que sean, por mucha matización semántica que admitan, son verdad. He ahí, pues, la dialéctica de la palabra y la violencia: que a la sinrazón verbal sólo se pueda responder con otra sinrazón verbal mayor o, como es el caso, con la razón animal más primordial y prelingüística.

1.7.06

Contra

«Contra Franco vivíamos mejor» fue frase certera de Manuel Vázquez Montalbán para describir el desconcierto de cierta izquierda durante la transición. Algunos aforismos de Jorge Wagensberg sirven para entender la aparente paradoja: [554] «Los que están a favor suelen estarlo con matices, los que están en contra sólo están en contra», [555] «Estar a favor une menos que estar en contra», etcétera («A más cómo menos por qué», Tusquets, p. 108). Lo sorprendente ahora, tantos años después, es ver cómo muchos que exhiben como trofeo o pedigrí o salvoconducto su antiguo antifranquismo siguen estando en contra sin matices y para ello no hacen más esfuerzo ni ejercicio que acomodar la realidad a sus esquemas, es decir, equiparan a los gobernantes actuales con los de entonces y les endosan los mismos escandalosos atributos. Antifranquistas sin Franco, hacen Franco a quien gobierne. Conclusión: no eran antifranquistas, eran «contras», meros y tristes «contras»; no actuaban por dignidad civil ni por compromiso revolucionario, sólo manifestaban los síntomas de sus crónicas, delirantes e iracundas patologías.